Cuando el niño va de frente a la marcha la visión que tiene delante es la del respaldo del asiento delantero. Cuando el niño va de espaldas a la marcha la visión que tiene delante es la del respaldo del asiento en el que va sentado, y si la silla es lo suficientemente alta y quitando el reposacabezas de su asiento, tendrá la visión de la luna trasera. Es decir, que la perspectiva yendo ACM es como mínimo similar, cuando no mejor que yendo de frente. Lo que suele pasar con los padres que cuentan así su percepción (y recomiendan a otros en base a ella) es que su única experiencia de silla ACM es la del grupo 0+, que apenas permite al niño la visibilidad del paisaje, algo que no sucede en sillas más grandes pues la altura permite la visión a través de la ventanilla lateral.
Es importante aclarar además que la posibilidad de que el niño se aburriese se podría dar en trayectos de varias horas. Normalmente en este tipo de desplazamientos un adulto va sentado detrás con el niño. Una silla instalada de espaldas permite la interacción entre el niño y el adulto pues ambos se miran de frente el uno al otro. En sillas que van de frente a la marcha esto no es posible con un riesgo adicional: para ver a su acompañante el niño tiene que inclinar la cabeza hacia delante y salirse de la protección lateral de la silla, reduciendo así la eficacia de ésta en caso de impacto lateral o frontolateral.
A veces los progenitores, sin darnos cuenta, cambiamos el orden de prioridades y atajamos por el camino mas corto: “Si el niño protesta, dale la vuelta”. Una decisión de graves consecuencias que habitualmente se toma con demasiada ligereza. Existen espejos, aparatos de DVD portátiles, y juguetes que, en el caso de que ningún adulto pueda viajar en el asiento trasero con él, harán su viaje mucho más ameno y totalmente seguro.